La recolección artesanal del azafrán es una actividad a la que cada vez menos personas se dedican. En Minaya, un pueblo de la provincia de Albacete, María Ángeles y su marido son de los pocos que aún cultivan esta preciada especia. Acompañamos a esta pareja durante la recolección de las flores de azafrán, conocidas como rosas, en los campos manchegos. Se elige cuidadosamente la hora del día para llevar a cabo esta tarea. A las ocho de la mañana, María Ángeles y su marido se unen al resto del grupo para comenzar la labor. El clima húmedo y fresco de estos días favorece el desarrollo de las rosas. Gracias a esto, podrán estar recolectando hasta pasadas las doce del mediodía, antes de que el sol haga que las flores se abran por completo. La recolección del azafrán no es una tarea sencilla. Se requiere delicadeza para no maltratar la rosa y evitar que el azafrán pierda sus propiedades. Las flores deben estar cerradas, para evitar que entren abejorros u otras impurezas que puedan dañar el cultivo. Todas estas acciones se realizan de forma artesanal, sin utilizar maquinaria ni herramientas automatizadas. Cada rosa se deposita cuidadosamente en cestos de esparto, con el objetivo de preservar sus propiedades durante todo el proceso. Una vez finalizada la recolección, los integrantes del grupo se encargan de pelar las rosas y tostar el azafrán en la misma jornada. Este trabajo arduo y agotador se extiende desde las ocho de la mañana hasta las dos de la madrugada. El esfuerzo y los precios han sido determinantes para que cada vez menos personas se dediquen a cultivar el azafrán de forma tradicional. Sin embargo, este año ha sido especial en cuanto a la calidad del azafrán. El azafrán con denominación de origen «Mancha» ha alcanzado los 1.700 euros por kilo, lo que ha despertado nuevamente el interés por este cultivo. A pesar de los desafíos y el abandono progresivo, María Ángeles y su marido continúan cultivando esta joya de la corona, tratándola con el máximo cuidado y cariño, para asegurar la excelencia de cada hebra de azafrán que llega a nuestras manos. La tradición de la recolección artesanal del azafrán en los campos manchegos perdura gracias a personas como María Ángeles y su marido, que mantienen viva la pasión por este cultivo ancestral. La delicadeza, el respeto por la naturaleza y el amor por esta especia han convertido a la recolección del azafrán en una labor en la que se unen tradición, esfuerzo y dedicación. Una labor que nos permite disfrutar de la esencia más pura y excepcional del azafrán, esa joya roja y aromática que deleita a los paladares más exigentes.










